Esa palmera
que parece tocar el cielo,
algo inclinada en lo alto,
meciéndose al compás del viento,
iluminando más
que los faroles eléctricos,
anclada en la tierra,
su tronco erguido,
disfrutando de su propio espacio
y de su vacío;
Venus ya está asomada
en su ventana de nubes,
a lo lejos, el Teide,
ya sobre rojos en vez de azules:
otra bella estampa
que la vida nos regala
mientras recuerdo
afortunada
el precioso mar de nubes
camino de la cumbre
gran canaria.