Contemplando su faz beneplácita,
la serena alegría de su cara,
su dulce contento ante sus manos levantadas
en horas menos baldías, en horas más amadas.
Sintiendo su cante y el arte de sus requiebros,
la expresión no desbordante de sus sentimientos,
su atención todavía en su frente
en esos cómplices momentos
en los que brevemente conocí
apenas un ápice de ella por dentro.
No te vayas todavía
aunque disfrutes de esos silencios
que otros, al contrario que tú,
olvidan porque
ante lo que han hecho
poco castigo sería el permanecer muertos
que es como estarían
bajo el "peso" de esos recuerdos.
(Gran parte de este poema está dedicado a Pinona: gracias por sus coplas).