Parece que el tiempo se aclara,
ya no amenazan tempestades,
se fueron yendo
uno a uno,
cada uno a su aire
dejando blancas,
blanquísimas,
las paredes y la calle.
No importa;
a día de hoy comprendo:
no lo hubiera hallado
por esos lares.
Los perdono a todos,
a todos
y con el buen tiempo que se avecina,
el viento a mi favor
y volviendo a ser yo misma,
comienzo
-eso sí, algo tímida-
a sonreírme de nuevo
y sonreírle a la vida
mientras esta me regala,
entre otras cosas,
margaritas.