El Amor mora en mí
y en mis recuerdos,
cuando jugaba contenta
en el patio del colegio,
cuando ni se me ocurría cuestionarme
la existencia de los sueños.
El Amor mora en mí
y en mi cuerpo,
anhelante de tiernas certeras caricias
con las que avivar el deseo.
Como un volcán medio dormido
-o medio despierto-
que reposa en la tierra, sereno,
en el suelo,
en silencio.
Así, descanso más tranquila
sobre la paz de mis huesos.
El Amor mora en mí por siempre,
es mi mejor asidero,
con él fluyo en la vital corriente
que me lleva y me trae,
sólo,
todo lo bueno.
El Amor mora en mí
liberándome del miedo,
devolviéndome mi alegría
en este atardecer tan bello.
Anna.
El Amor mora en mí,
gracias al Cielo.