Volví aquí desde las grandes capitales,
A una ciudad de un estrecho valle bajo la catedral
Con tumbas reales. A una plaza bajo la torre
Y la estridente trompeta tocando a mediodía, partida
Su nota en dos porque la flecha de los tártaros
Una vez más alcanzó al trompetista.
Y palomas. Y las chillonas pañoletas de las mujeres que venden flores.
Y grupos de personas charlando bajo el pórtico gótico de la iglesia.
Mi baúl de libros llegó, esta vez sin problemas.
Lo que sé de mi laboriosa vida: que la he vivido.
Los rostros son más pálidos en la memoria que en los daguerrotipos.
No necesito escribir memorándums y cartas todas las mañanas.
Otros se ocuparán, siempre con la misma esperanza.
Mi país seguirá siendo lo que es, el patio trasero de los imperios,
Que alimenta su humillación con fantasías provincianas.
Salí una mañana a dar un paseo con mi bastón:
Los puestos de los viejos están ocupados por nuevos.
Y por donde las chicas una vez paseaban con sus vaporosas faldas,
Ahora se pasean unas nuevas, orgullosas de su belleza.
Y los niños hacían rodar aros durante más de medio siglo.
En un sótano un zapatero alza la vista desde su banco.
Un jorobado pasa con su lamento oculto,
Luego una dama elegante, imagen estridente de pecados mortales.
Así es como perdura la Tierra, en todas las pequeñas cosas
Y en las vidas de los hombres, irreversibles.
Y eso parece un alivio. ¿Ganar? ¿Perder?
¿Para qué? Si el mundo de todos modos nos va a olvidar.
Con tumbas reales. A una plaza bajo la torre
Y la estridente trompeta tocando a mediodía, partida
Su nota en dos porque la flecha de los tártaros
Una vez más alcanzó al trompetista.
Y palomas. Y las chillonas pañoletas de las mujeres que venden flores.
Y grupos de personas charlando bajo el pórtico gótico de la iglesia.
Mi baúl de libros llegó, esta vez sin problemas.
Lo que sé de mi laboriosa vida: que la he vivido.
Los rostros son más pálidos en la memoria que en los daguerrotipos.
No necesito escribir memorándums y cartas todas las mañanas.
Otros se ocuparán, siempre con la misma esperanza.
Mi país seguirá siendo lo que es, el patio trasero de los imperios,
Que alimenta su humillación con fantasías provincianas.
Salí una mañana a dar un paseo con mi bastón:
Los puestos de los viejos están ocupados por nuevos.
Y por donde las chicas una vez paseaban con sus vaporosas faldas,
Ahora se pasean unas nuevas, orgullosas de su belleza.
Y los niños hacían rodar aros durante más de medio siglo.
En un sótano un zapatero alza la vista desde su banco.
Un jorobado pasa con su lamento oculto,
Luego una dama elegante, imagen estridente de pecados mortales.
Así es como perdura la Tierra, en todas las pequeñas cosas
Y en las vidas de los hombres, irreversibles.
Y eso parece un alivio. ¿Ganar? ¿Perder?
¿Para qué? Si el mundo de todos modos nos va a olvidar.
Czeslaw Milosz