El escrito que traigo aquí, el día de hoy, nació el pasado viernes, junto a otro, mientras escuchaba maravillada el buen hacer de los músicos que, en "Ámbito Cultural", ofrecieron un concierto homenaje a Paco de Lucía al que, cómo no, esta bastante gitana no podía faltar y así fué, a Dios gracias.
Es uno de "mis aprendices de poema", genuinos y perfectos, que me sanan, brotando en mí desde lo más profundo de mi Alma. Es un homenaje a la guitarra que, como bien dijo Jose Carlos Díaz, es lo que Paco de Lucía era -representa- y todavía sigue siendo: la guitarra.
Hubiera colocado estas líneas en "mi blog de la música" (http://cancionesqdicenalgo.blogspot.com.es/) por la temática de que trata o en el de la Tierra porque habla de mi propio, imparable y exitoso proceso de sanación gracias a este instrumento o... pero he decidido finalmente ponerlo en este blog porque dicho concierto que me inspiró se celebró en la Sala de Ámbito Cultural, donde hacía par de días había tenido lugar la sesión colofón al Taller de Escritura de este año. Y me ha parecido así también una bonita manera de celebrarlo.
En las cuerdas de la guitarra silbo contenta
por los amores que todavía no he vivido
sabiendo me harán fácil, sano y feliz
mi Camino.
No puede sonar esto a desatino
puesto que me lo dice la guitarra,
esa fiel compañera
que nunca miente, que siempre ama,
que como si de un barco se tratase
sobre el océano de la vida
me sustenta y da base;
de la deriva me sana.
En sus cuerdas despierto
rescatando, por siempre ya mía,
mi gran luz blanca,
mi inmensa bondadosa alma de niña,
de guía, de vida, de amma.
Estaba acallada, encadenada,
más que ida, más que dormida,
con amarres y mordazas
pero...
en sus cuerdas me perdono y me festejo
liberándome de compulsiones, engaños, fatigas,
maldiciones, miedos, envidias;
entretejiéndome
con hilo de plata muy fina,
añeja, perfecta, bonita,
luna, esperanza, alegría.
El amor de su son me acompaña,
me elevan sus armónicos
hasta las marismas
y en el trono de Dios
me lleno de Gracia
por Ella y por mí misma.
Asciendo por sus clavijas
y a través de su mástil,
llego y atraco en desconocidas notas,
novedosas escalas,
luminosas sonatas,
donde el amor sólo es posible
y con Ángeles de la Guarda,
donde no hay egos ni demonios,
ni maldades ni rabia;
donde todo es felicidad y pura calma
-nada aburrido por cierto
según charlatanes de ciertas páginas-.
Allí soy única y excelente
y nadie se me compara
y menos los que, engañándose,
afirmaban que estaba equivocada.
Y su Ser, humildemente,
me ensalza
a donde no existen niveles...
ni problemas, ni obstáculos, ni trabas...
más allá de las palabras.
Para Dios: mis alabanzas.
Anna.