Me equivoqué,
me equivoqué mucho,
noche y día,
día y noche,
amaneceres...
Me equivoqué,
incluso
a mí misma
me negué,
más de mil veces.
Atardeceres...
Me quité lo que más amaba,
me odié sin medida:
lo contrario
para lo que nací
siendo niña.
Gracias a Dios,
al tiempo
y a la Vida,
felizmente,
me quedé vacía;
vacía,
sola
y en paz
conmigo misma.