Un gato camina por las calles empedradas,
maulla y se cobija a la sombra de una casa,
bajo el verde de las hojas de los árboles
que sobresalen por la tapia,
al amparo de la blanca cal de sus paredes contadas,
en un medio-día lánguido y tranquilo
de una tarde medio soleada,
sin guerras, sin magias,
con un cielo azul pintado
de algodonosas nubes blancas.
Se estira, se busca la cola -también clara-.
Ningún testigo se haya
por esas aceras de piedra,
de cualquier pueblo, azul,
cercano al mar, también montaña,
en cualquier país con playas
de la costa mediterránea.
Silencio, paz y luz.
El gato se acurruca sobre sí mismo
en el suelo más que tibio
y descansa.
Canelo su lomo. Serena su alma.
Verdes sus ojos.
Para la paz: esperanza.
(Deseando y queriendo que cese la guerra civil en Siria. Paz para Siria. Paz para la Tierra).