La Princesa de las Mareas
tenía el corazón destrozado
pues creía haber perdido
aquel a quien tanto había amado.
Desde entonces no oía su voz,
esa voz que le había enamorado.
Desde entonces no podía entonar con él
...su canto.
Desde entonces...
no olía su pelo,
no sentía sus manos,
esas preciosas fuertes manos...
a las que ayudó a aprender a volar
entre arpegios soñados,
a las que sintió cuando el amor y el sexo
se hicieron uno. De verdad se amaron.
La Princesa de las Mareas
vio así encayar su barco.
Soltó amarras, huyó de las ratas;
viajando sola al exilio de madrugada.
Nada.
Nada era, nada le quedaba.
Nada. Nada la consolaba
ni tan siquiera el tierno rumor del viento
que acariciaba sus entrañas,
ni la luna con sus quimeras
en la noche tras las noches tan... largas.
Aquello no era la vida
para la que estaba preparada.
La asió con fuerza la Tierra
mientras, bella, de amor lloraba.
El cielo protector tendió su manto
en todos sus quehaceres y andanzas.
Se aferró con fuerza a las estrellas
dándoles y dando las gracias.
Y quiso morir en un instante
que no se hizo eterno merced a su alma.
Se convirtió en mendiga.
Odió. Se abusó. Maltratada.
Nunca podría volver a él
ni a aquel maravilloso lugar donde estaba.
Sufrió el destierro en sus carnes,
y la sangre se hizo lágrimas.
La pena era tan grande
que la ahogaba.
La luz llegó despacio
nunca la dejó abandonada
y, por el pasillo del tiempo,
en ella,
su memoria rescata,
sacándola del infierno con el que se castigaba.
El retorno fue arduo al principio
mas la vuelta quedó diseñada.
Halló en sí misma el regalo:
su vida la llenó de gracia.
Ahora quiere de nuevo ser.
"Princesa".
Sentirse continuamente amada.
Las estrellas aún la velan
junto con ángeles de la guarda,
remedando en su interior
con amor, ternura, silencios, palabras...
todo lo que truncó
lo que nunca le dijeron
los cuentos de hadas
ni mucho menos
los que los contaban.
Ya no culpa ni se culpa.
Se acabaron las batallas.
Y sigue siendo bella:
el paso del tiempo la ensalza.
También sigue estando,
más ahora de la vida,
enamorada.
Nunca se puede dejar de amar
cuando es de veras que se ama.
A la "Princesa de las Mareas",
mi fiel amiga del alma.
Anna
(Ana M. Gª Contreras).
Comenzado a nacer de camino a casa y terminado entre anoche en mi pequeño apartamento de Las Palmas y esta feliz mañana.