Miraba
y sin mirar, miraba.
Nunca la espuma del mar
había sido tan blanca.
También contemplaba...
la vieja esfera de plata...
mientras el tiempo,
entre jirones,
la sustentaba.
De fondo,
el tranquilo viento
las vetustas rocas,
los bellos violines
sobre las notas,
blancas y negras;
gaviotas...
y aunque él aún no llegue
la tristeza ya se marcha,
en la tarde preciosa,
en la noche estrellada,
en la mañana constante,
en la Paz deseada.
Anna.